Ilimitadas e inmortales, las serpientes son el principio y
el fin de todas
Las cosas de la
tierra. Musculos de dios o del diablo, consonante se anidan en el
Corazón o en la mente, es negro y bifido su relámpago.
Ante su serpenteante oscilación el viento se eriza.
Conocía las serpientes de miel, que en el Perú van a dormir
en el hueco de las flautas,
pero aquellas que se disimulan entre las fibras, en los
padrones de las capulanas,
Despiertan un metal en la voz.
Y se queda mudo quien las ve deslizarse desde los tejidos
para el medio de las
letras, sintiendo que le cosen en la mirada diamantes tan
frios que solo
Queda una pregunta: quien irrito al sol?
Y con estas serpientes que Rafo Diaz nos encadena, y, si por
dos veces
seguidas ellas nos atraen, como imágenes muertas se
desprenden de nuestra piel.
Solo entonces los ojos de mi espíritu circundan en tu boca
sus colmenas de silencio.
ANTONIO CABRITA
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