martes, 20 de febrero de 2018

La forma del agua y las mejores formas para contar una historia.

Hay en la forma del agua, todos los matices y aspectos, que hacen que un buen cuento, se convierta también en una historia visualmente maravillosa. Hemos visto historias con argumentos parecidos y pomposas puestas en escena, tipo, “La bella y la bestia”. Pero hay algo sutil y especial que hacen de esta última película del cineasta mexicano Guillermo del Toro: Una genialidad. 

De Guillermo, me encanta su constancia por contarnos historias cuyos personajes son monstruos hermosos, muchas veces, monstruos que se muestran más humanos que los propios humanos. Pero este monstruo en particular, para aquellos que nos maravillamos con nuestras fábulas, mitos y leyendas amazónicos; resulta un placer visual, encontrarnos con una “Yacuruna”; en su más perfecta y detallada representación. Para aquellos que no están muy familiarizados con las leyendas amazónicas. La “Yacuruna”, es la representación de un ser que habita en las profundidades de las aguas en los ríos amazónicos y que, de cuando en cuando, entra en contacto con los pobladores. Incluso, en ciertas ocasiones van raptando mujeres para convertirlas en su pareja. Que Guillermo del Toro, busque inspiración en los personajes que habitan nuestra amazonia y desarrolle toda una propuesta en su trama y argumento, es un motivo de gran orgullo. 


En los personajes principales de las fábulas que nos narra Guillermo del Toro, encontramos casi siempre, hombres y mujeres que son personas comunes, quienes de repente, se encuentran ante una experiencia extraordinaria, lo que los lleva a descubrir ciertas habilidades y virtudes, que lo pueden convertir en extraordinario también. Ese es el punto que convierte esta historia en una inspiración. 


La protagonista principal es muda, una característica que el común de la gente ve como una debilidad en cualquier persona. Pero no para del Toro, pues convierte esa característica en la fortaleza principal de su protagonista, cuya pureza radica en su silencio. Como en la mayoría de los cuentos, el héroe casi siempre se muestra débil al inicio y luego se redescubre asi mismo. Todos en algun momento necesitamos de revelaciones parecidas, aprender a redescubrirnos no es tarea fácil y casi siempre resulta difícil. Algunos lo experimentan de una manera traumática y en ese proceso doloroso, redescubren sus fortalezas, aquello que les permitirá seguir luchando. 


Para matizar esta situación, Guillermo del Toro, rodea a su protagonista de personas aparentemente normales, pero cuyas vidas son dramáticas, llenas de miedo y confusión. En medio de estas vidas sombrías, la protagonista encuentra métodos que le permiten vivir una vida tranquila, con rutinas simples, que le permiten alegrías y placeres.  En medio de esas vidas cubiertas de sombra, la más feliz es ella, como un faro en medio de tanta oscuridad. La oscuridad está mejor representada en la maldad del villano. Un villano, que es el retrato de nuestro miedo a lo desconocido. La maldad de este villano nos desnuda, y nos hace sentir cierta culpabilidad, porque somos así muchas veces, tontos y atolondrados, atinamos solo a la violencia como respuesta animal a lo que somos incapaces de entender.

Del Toro lleva a un personaje fantástico del amazonas, a ser ni más ni menos, que el foco principal del argumento en una película que ha alcanzado una nominación al Oscar. Lo que de algún modo proyecta a un ser mitológico amazónico a la cúspide de la cinematografía mundial. 

En resumen, una película que nos devuelve la cara de niño feliz y que cumple con la función de un buen cuento: Una gran lección de vida. Llena de magia y dramatismo.