miércoles, 19 de marzo de 2008

“LA MUSICALIDAD DE LAS PALABRAS”

Lo primero que recuerdo de contar cuentos, es la cotidianeidad de sentarnos en familia cada tarde y empezar a narrar anécdotas y hechos cotidianos, sucedidos en el barrio, la ciudad y en la selva; en ese orden preciso. Y entre las historias fantásticas de mi abuela, sobre personajes animistas de la amazonia, las anécdotas y aventuras militares de mi padre y algunas intervenciones espontáneas de los tíos, se iban relatando todo tipo de historias; en esos momentos junto a mi hermano y mis primos, nos tirábamos al piso, boca arriba, para mirar las estrellas, mientras escuchábamos a los mayores hablar. De manera simple, sin más artilugios que la palabra, nos transportábamos en el tiempo y el espacio.
Durante esos años en las crecientes ciudades de la selva, los cuentos dentro del entorno familiar se constituían en un vínculo fuerte con los antepasados, en una forma de explicar y entender sobre nuestras tradiciones heredadas. Hoy en día, sin embargo, esto se ha ido perdiendo, las razones son muchas y creo que todas las conocemos: televisión, internet, stress, agotamiento, o simplemente, falta de interés.
El gran problema del hombre moderno, es la perdida de su memoria lúdica; como un autómata camina por el mundo, sintiéndose ridículamente importante.
Cuando decidí contar cuentos, venia de pasar varios procesos de trabajos teatrales, que de alguna manera, habían sido gratificantes pero bastante agotadores, debido a ello no tenia mucho interés por desarrollar ningún proyecto escénico, que tuviera que ver con actores y demás complicaciones; fue en ese momento tan crucial de dudas y vacilaciones, que llego hasta a mi: La Narración de Cuentos en Escena.
Siendo ya un adulto, y en esos precisos momentos de decepciones, tuve la oportunidad de conocer a François Vallaeys, filosofo y cuenta cuentos; quien me invito a participar de su taller, reconozco que fue todo un acontecimiento personal participar en ese taller pues revoluciono dentro de mi, recuerdos y conocimientos। Con François aprendí que hay tres cosas en la narración oral que debo recordar siempre, y que me han resultado elementales:
- Contar cuentos, ayuda a la vida a permanecer en la tierra।
- Contando un cuento, cumplo un acto espiritual muy importante।
- Si el cuento es sagrado. ¡Yo no soy ningún sacerdote!
Fue entonces que caí en cuenta de las posibilidades de la narración oral en ámbitos escénicos; comencé a buscar mas información y la verdad es que no encontré mucho. Algunos años mas tarde, tuve la oportunidad de acceder a una que otra publicación en revistas y en fotocopias de libros publicados en otros países; hasta que Cucha del Águila, una de las precursoras del arte de contar historias en Perú, se animo a publicar un oportuno libro titulado “No se acaban las palabras” (Editado por la autora, en noviembre del 2001। Lima, Perú.) Hermoso y esencial texto sobre teorías y técnicas de narración oral escénica.
Los cuentos narrados oralmente, se convierten en una extraordinaria forma de conexión de nuestras tradiciones con el mundo moderno, pues esta basado en la interrelación y el aprendizaje de ambas realidades, con posibilidades concretas de trascendencia. Casi todas las culturas del mundo, basaron su desarrollo y organización a través de la palabra, y se nutrieron de las maravillosas leyendas y de los briosos relatos de aventuras, que los narradores y antiguos juglares, relataban en plazas, calles y mercados.
Los cuentos que acompañaron nuestros sueños de niños, los cuentos que nos dieron vigor y fortaleza cuando éramos adolescentes, los cuentos que nos acompañan sin que nos demos cuenta durante toda nuestra vida. Son los mismos cuentos que nos hicieron abandonar la casa y nos llevaron a recorrer el mundo, que nos hicieron palpitar de emoción y de miedo, que nos hicieron montar osos, camellos, leones y elefantes, para enfrentarnos a gigantes y monstruos, atravesar abismos profundos, pero… también, para ser testigos de maravillosos cielos, hablar con los pájaros y entender el significado de sus trinos y silbidos. Sin darnos cuenta, aprendimos a ser grandes, gracias al atrevimiento de nuestros héroes, en nuestros cuentos mas queridos.
Un cierto animismo de la naturaleza es esencial en la eficacia de un cuento, solo quien es capaz de demostrar interés y habilidad por “conocer” le es dado la oportunidad de “saber”.
El embrujo de la narración oral debe desafiar muchas cosas, pues cada cultura valora diferente lo exótico y lo cotidiano, esto condiciona las historias a contextos precisos pero que las vuelven únicas y distinguibles.
Desde que nos embarcamos en las palabras de un buen narrador, el viaje comienza y nada puede ser como antes y puede ocurrir cualquier cosa. Los narradores orales de hoy en día somos herederos de una invalorable riqueza, la cual se encuentra en esas tradiciones y en las cosmovisiones que son la base de nuestra espiritualidad.
En ese sentido, he intentado basar mi experiencia de trabajo narrativo, explorando en las costumbres y las cosmovisiones de los pueblos amazónicos, que son dueños de una rica tradición oral en donde los seres de la naturaleza están integrados al mundo “real”. Sus historias son la base del espíritu animista y panteísta de sus pueblos y surgen a partir de una milenaria interrelación entre el hombre y el eco-sistema. Un ejemplo de ello, nos lo da, Oshipio Araroshi Irioshi; Un jefe consejero de los pobladores Ashaninkas, el dice: “Es importante conectarnos con las plantas y animales porque antes eran personas y conversaban. No se sabe cuanto tiempo o milenios se convirtieron, pero así era. Igual los árboles. Entonces no había enfermedad porque todos aspiraban la misma energía. El mal se origino cuando los nativos aprendieron mucha maldad. Cuando se llenaron de maldad, las personas se empezaron a convertir en plantas, animales y rocas.
En la escuela los niños no aprenden estas cosas. De las plantas ven sus partes: hoja, flor, fruto, raicilla y polen. De las aves hablan de sus partes internas y externas, pero no les hablan de su espíritu, tampoco les dicen que antes han sido personas.
Ahora en las organizaciones indígenas vemos que es interesante lo que hemos olvidado y que queremos inculcarles otra vez a nuestros hijos. Hemos visto que ese conocimiento tiene su valor. No es como antes que nos despreciaban todo.
Antes, nos han querido hacer olvidar todo eso, pero no han podido। Yo veo que esta reviviendo el conocimiento de nuestros abuelos। Así como nosotros hemos imitado el conocimiento occidental, queremos que otras personas del Perú y del mundo, aprendan de nuestros conocimientos y se den cuenta de su valor”. (Comentario extraído, durante la muestra pictórica “La soga de los muertos” 2005, en las instalaciones del Centro Cultural “San Marcos” Lima, Perú)
Cuando trabajo en una historia tradicional, trato de recordar todas estas cosas, y busco explorar sus posibilidades a través de diversos elementos que pueden ser ejercicios físicos o mentales, ubicar el espacio-tiempo de la historia, el ritmo de su ritualidad al contarlo, las actitudes y los gestos para atraer a los oyentes, los objetos que me resulten esenciales para reforzar la dramaturgia de la historia, así como también, encontrar la frase y la manera apropiada de cerrar el cuento. La idea es estimular la imaginación para acceder a una verdad que no es dogmática y que resulta libre de interpretación; en ese sentido, entiendo que *“los cuentos no están hechos para cambiarle la vida a nadie, sino mas bien, para ayudarla a crecer”.
Todos somos capaces de contar un cuento, pues todos utilizamos la palabra para expresarnos y hacernos entender. Pero contar una historia sobre un escenario, necesita mucho de confianza, no solo en uno mismo, sino también, en la historia que se va a narrar, y se debe narrar con honestidad y mucha generosidad. Si conoces bien la historia, si reconoces tus habilidades y posibilidades, tanto como tus límites y barreras, tu labor de narrador oral escénico se volverá más fácil y divertida.
La palabra tiene un inmenso poder, poder que debe estar acompañado de una sabia responsabilidad. Los Shamanes de la amazonia dicen al respecto:
“Los pensamientos de la gente buena viven en el aire, se alojan en el aire lo mismo que nosotros en nuestras casas. Antes de ser llevados a los libros, al solo ser pensados y aunque nunca se escriban, ya viven en el aire. La casa del aire es la casa de la vida. Nada muere una vez que entra en el aire. Las animas de todos los tiempos, los conoceres y los sentimientos, nobles y dañinas, altas y bajas, están mejor que sembradas en el aire. Allí pueden crecer o detenerse pero nunca mueren. Ahora mismo están ahí, al alcance de la gente que los merece, esta intacto, todo lo que se ha pensado antes, aun antes de que los humanos tuvieran pensamientos. Aquella persona que logra pronunciar estos pensamientos en palabras, pone en movimiento potencias, desencadena fuerzas, otras palabras en el aire que ya nunca conocen termino”. * (Extraído del libro “Las tres mitades de Ino Moxo” de César Calvo. Pág. 130. Editado en 1981. Iquitos – Perú)
El saber shamànico, es más que nada el conocimiento de todas las entidades que constituyen la fuente de su poder, es a través de estos elementos que la semejanza entre lo humano y lo no humano toma forma y se expresa a través de un vínculo fundamental: La palabra y la música o, la musicalidad de las palabras.
En la Narración Oral Escénica, todas las cosas tienen un porque y su para que, el origen de su finalidad. En estos últimos años de venir contando, investigando y compartiendo historias de la amazonia por todas partes, me he ido influenciado de ciertos conceptos y de filosofías indígenas y shamanicas; dentro de ellas, he descubierto un modo de ejercitar y desarrollar mi labor narrativa; es un proceso largo, en un primer momento inconciente pero sistematizado, y que viene a ser, el resultado de la búsqueda, de un estado de libertad creativa.
Cuando trabajo estas experiencias dentro de un taller, busco que el participante reconozca los elementos que usamos cuando entra en acción la palabra, así como todos los lenguajes que intervienen en ese acto, es decir; lo que cada uno tiene como forma particular de expresarse: voz, cuerpo y gestos. La forma de abordar este proceso tiene que ver con ciertas dinámicas donde la idea es favorecer la conversación y la sana discusión; con ejercicios que ponen a prueba nuestra creatividad y nuestra conciencia lúdica a través del juego (imaginación, abstracción, ilustración de un cuento).
En el arte, las únicas reglas son las que descubrimos nosotros mismos. El uso de todos estos elementos en la búsqueda de nuestras posibilidades de Narrador Oral Escénico, es algo que nos ayuda a desarrollar “estados lúdicos”, que no son, para nada complicados, y que solo necesitan de una mínima dosis de confianza e imaginación.
Contar cuentos es una actividad cotidiana, una alternativa fácil para difundir pensamientos y enseñanzas, y así elevar el nivel de autoestima y de nuestra conciencia lúdica.
Contar cuentos en ESCENA, es la suma de todo eso, pero también, es una posibilidad estética que expande nuestras posibilidades creativas y expresivas.

1 comentario:

  1. Me encanta esa forma de ver las palabras y demostrar que en la América la tina corre aun lo grande del espíritu literario.

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