EL PRESIDENTE GARCÍA QUIERE VENDER LA AMAZONÍA
La Amazonía , el territorio donde está la mayor biodiversidad del planeta, la más vital reserva de agua dulce, los invalorables bancos de conocimientos indígenas, el gas y el petróleo, es decir, la renta estratégica del Perú en el siglo XXI, ha sido ofertada en venta por el presidente García al capital extranjero y en particular a los españoles.
De acuerdo al diplomático y ensayista Oswaldo de Rivero, los países tienen una renta estratégica, una carta para negociar y lidiar en la compleja trama de los intereses económicos y geopolíticos del siglo XXI. Un ejemplo: Venezuela tiene su petróleo y México su vecindad con Estados Unidos. La renta estratégica del Perú en el siglo XXI es su Amazonía.
Siendo así, vale la pena preguntarse, ¿ por qué el presidente García quiere vender la Amazonía? ¿Carece de una visión de estadista y de futuro como para enajenar al capital extranjero el patrimonio que en el contexto de la crisis ambiental planetaria y el agotamiento y escasez del agua son los recursos por los cuales muchas naciones darían la vida, a tal punto que los intereses geopolíticos internacionales están puestos en la Amazonía?
Intentar vender la Amazonía, un espacio estratégico de la hidropolítica mundial con el argumento de generar más trabajo y utilidades con la venta de la madera es como matar a la gallina de los huevos de oro. O peor que eso: no tener la menor idea de lo que es un buen negocio de acuerdo a los intereses de la nación.
Tanto en su artículo “El síndrome del perro del hortelano” como en sus declaraciones para el periódico madrileño ABC, el presidente García ha revelado que jamás le interesó la Amazonía y su conocimiento de esa realidad es desconcertante, por decir lo menos.
Reduce casi todo el valor del bosque amazónico a la madera. La “maderización” del bosque amazónico es un reduccionismo interesado alimentado por los saqueadores del bosque y sus cómplices de aparato público. La madera sólo es un recurso del bosque más valioso en pie que talado. Incluso su valor es mayor como servicio ambiental, como sumidero de carbono. Se ha estimado que una hectárea de bosque absorbe 642 TM. de dióxido de carbono, la causa principal del efecto invernadero y del calentamiento climático. El precio de una tonelada de dióxido ha estado oscilando entre 3 a 15 dólares en la Bolsa de Londres. Si sólo fuera de 3 dólares, una hectárea de bosque en pie le generaría a un bosquesino indígena o ribereño amazónico 1,284 dólares en el programa de deforestación evitada a implementarse muy pronto por el Protocolo de Kyoto y los acuerdos de Bali.
Sólo hay que imaginar la riqueza que pueden generar las 5 millones de hectáreas de aguajales de la Amazonía Peruana (Mauritia flexuosa) que tienen la mayor capacidad de absorción de dióxido de carbono, el uso de las plantas en la industria, la alimentación, la producción de biomedicamentos, el etnoecoturismo y todo el biocomercio y la bioindustria que de ella se pueden derivar.
En su artículo “El síndrome del perro del hortelano” el presidente García afirma que Chile exporta más de 2 mil millones de dólares en madera y nosotros somos importadores. Eso es cierto. Pero no cabe ninguna comparación entre los bosques uniformes de pinos y eucaliptos de Chile y las 360 especies que tiene una sola hectárea del bosque en el Momón, cerca de Iquitos. Otra cosa es hablar de la política forestal que en Chile es más o menos exitosa y en el Perú ha colapsado sin que el presidente García mueva un dedo para corregirla. Algún interés secreto tendrá para no hacerlo.
En sus declaraciones en ABC el presidente García afirma que la Amazonía es productor de oxígeno. Los estudios científicos han demostrado que los bosques tropicales son básicamente los riñones del planeta y los océanos son los productores y generadores de oxígeno.
Para el jefe de estado la compleja y asombrosa cosmovisión de los pueblos indígenas es “parte del idilio del comunismo primitivo”. El presidente García debería saber que el pensamiento indígena, el panteísmo y el animismo, son los dos mayores aportes al pensamiento de la postmodernidad porque son las posibilidades de rearticular al hombre con la naturaleza, convertida por Occidente y el materialismo neoliberal, en insumo, en materia muerta, en ganancia y utilidad, causa y origen del apocalipsis ambiental en el siglo XXI.
Para convertir en ley su proyecto de vender la Amazonía, el presidente García ha ordenado la modificación de la ley 28852, Ley de Promoción de la Inversión Privada en Reforestación y Agroforestería. Como las 18 mil leyes que se han dado para el desarrollo de la Amazonía en los últimos cien años, la 28852 tenía buenas intenciones: estimular la reforestación a través de concesiones en áreas deforestadas. Pero como siempre ocurre en el Perú, se dieron decenas y centenares de concesiones para reforestar, pero en bosques primarios. El 90 por ciento de esas concesiones están en Madre de Dios, donde la tasa de deforestación no llega al 3 por ciento. No hay ninguna concesión en San Martín, la de más alta tasa de deforestación.
Pero el presidente García quiere ir mucho más allá. No entregar en concesiones la Amazonía sino vender. Primero 8 millones de hectáreas. Pero esas 8 millones tienen ocupantes: algunos con títulos otorgados por el PETT y otros con certificados de posesión. El Grupo Romero y sus socios chilenos tendrán que utilizar al ejército para desolar a esos ocupantes. Esas tierras, en la lógica del presidente García y del insaciable dios mercado, deben producir madera, commodities y biocombustibles.
En la a veces olvidada y desconocida historia amazónica sólo hubo un presidente del Perú que quiso vender la Amazonía: el dictador del “oncenio” Augusto B. Leguía con su tristemente célebre Ley de Tierras de Montaña, No. 1220 de noviembre de 1909. Esta Ley abrió las puertas de la Amazonía a las grandes haciendas esclavistas del ciclo cauchero y postcauchero y el mismo Leguía firmó el titulo de propiedad del fundo de 5 millones 774 mil hectáreas a Julio C. Arana, “El Rey del Caucho”, en ambas márgenes del Putumayo. El fundo de Arana fue la manzana de la discordia del conflicto con Colombia y el origen del Tratado Salomón-Lozano suscrito en 1927 que provocó una dolorosa mutilación territorial a nuestro país.
El presidente Alan García Pérez, que tiene ahora la más baja aprobación que ningún presidente haya tenido en la región, será sin duda recordado como el nuevo Augusto B. Leguía de la Amazonía.
La Amazonía , el territorio donde está la mayor biodiversidad del planeta, la más vital reserva de agua dulce, los invalorables bancos de conocimientos indígenas, el gas y el petróleo, es decir, la renta estratégica del Perú en el siglo XXI, ha sido ofertada en venta por el presidente García al capital extranjero y en particular a los españoles.
De acuerdo al diplomático y ensayista Oswaldo de Rivero, los países tienen una renta estratégica, una carta para negociar y lidiar en la compleja trama de los intereses económicos y geopolíticos del siglo XXI. Un ejemplo: Venezuela tiene su petróleo y México su vecindad con Estados Unidos. La renta estratégica del Perú en el siglo XXI es su Amazonía.
Siendo así, vale la pena preguntarse, ¿ por qué el presidente García quiere vender la Amazonía? ¿Carece de una visión de estadista y de futuro como para enajenar al capital extranjero el patrimonio que en el contexto de la crisis ambiental planetaria y el agotamiento y escasez del agua son los recursos por los cuales muchas naciones darían la vida, a tal punto que los intereses geopolíticos internacionales están puestos en la Amazonía?
Intentar vender la Amazonía, un espacio estratégico de la hidropolítica mundial con el argumento de generar más trabajo y utilidades con la venta de la madera es como matar a la gallina de los huevos de oro. O peor que eso: no tener la menor idea de lo que es un buen negocio de acuerdo a los intereses de la nación.
Tanto en su artículo “El síndrome del perro del hortelano” como en sus declaraciones para el periódico madrileño ABC, el presidente García ha revelado que jamás le interesó la Amazonía y su conocimiento de esa realidad es desconcertante, por decir lo menos.
Reduce casi todo el valor del bosque amazónico a la madera. La “maderización” del bosque amazónico es un reduccionismo interesado alimentado por los saqueadores del bosque y sus cómplices de aparato público. La madera sólo es un recurso del bosque más valioso en pie que talado. Incluso su valor es mayor como servicio ambiental, como sumidero de carbono. Se ha estimado que una hectárea de bosque absorbe 642 TM. de dióxido de carbono, la causa principal del efecto invernadero y del calentamiento climático. El precio de una tonelada de dióxido ha estado oscilando entre 3 a 15 dólares en la Bolsa de Londres. Si sólo fuera de 3 dólares, una hectárea de bosque en pie le generaría a un bosquesino indígena o ribereño amazónico 1,284 dólares en el programa de deforestación evitada a implementarse muy pronto por el Protocolo de Kyoto y los acuerdos de Bali.
Sólo hay que imaginar la riqueza que pueden generar las 5 millones de hectáreas de aguajales de la Amazonía Peruana (Mauritia flexuosa) que tienen la mayor capacidad de absorción de dióxido de carbono, el uso de las plantas en la industria, la alimentación, la producción de biomedicamentos, el etnoecoturismo y todo el biocomercio y la bioindustria que de ella se pueden derivar.
En su artículo “El síndrome del perro del hortelano” el presidente García afirma que Chile exporta más de 2 mil millones de dólares en madera y nosotros somos importadores. Eso es cierto. Pero no cabe ninguna comparación entre los bosques uniformes de pinos y eucaliptos de Chile y las 360 especies que tiene una sola hectárea del bosque en el Momón, cerca de Iquitos. Otra cosa es hablar de la política forestal que en Chile es más o menos exitosa y en el Perú ha colapsado sin que el presidente García mueva un dedo para corregirla. Algún interés secreto tendrá para no hacerlo.
En sus declaraciones en ABC el presidente García afirma que la Amazonía es productor de oxígeno. Los estudios científicos han demostrado que los bosques tropicales son básicamente los riñones del planeta y los océanos son los productores y generadores de oxígeno.
Para el jefe de estado la compleja y asombrosa cosmovisión de los pueblos indígenas es “parte del idilio del comunismo primitivo”. El presidente García debería saber que el pensamiento indígena, el panteísmo y el animismo, son los dos mayores aportes al pensamiento de la postmodernidad porque son las posibilidades de rearticular al hombre con la naturaleza, convertida por Occidente y el materialismo neoliberal, en insumo, en materia muerta, en ganancia y utilidad, causa y origen del apocalipsis ambiental en el siglo XXI.
Para convertir en ley su proyecto de vender la Amazonía, el presidente García ha ordenado la modificación de la ley 28852, Ley de Promoción de la Inversión Privada en Reforestación y Agroforestería. Como las 18 mil leyes que se han dado para el desarrollo de la Amazonía en los últimos cien años, la 28852 tenía buenas intenciones: estimular la reforestación a través de concesiones en áreas deforestadas. Pero como siempre ocurre en el Perú, se dieron decenas y centenares de concesiones para reforestar, pero en bosques primarios. El 90 por ciento de esas concesiones están en Madre de Dios, donde la tasa de deforestación no llega al 3 por ciento. No hay ninguna concesión en San Martín, la de más alta tasa de deforestación.
Pero el presidente García quiere ir mucho más allá. No entregar en concesiones la Amazonía sino vender. Primero 8 millones de hectáreas. Pero esas 8 millones tienen ocupantes: algunos con títulos otorgados por el PETT y otros con certificados de posesión. El Grupo Romero y sus socios chilenos tendrán que utilizar al ejército para desolar a esos ocupantes. Esas tierras, en la lógica del presidente García y del insaciable dios mercado, deben producir madera, commodities y biocombustibles.
En la a veces olvidada y desconocida historia amazónica sólo hubo un presidente del Perú que quiso vender la Amazonía: el dictador del “oncenio” Augusto B. Leguía con su tristemente célebre Ley de Tierras de Montaña, No. 1220 de noviembre de 1909. Esta Ley abrió las puertas de la Amazonía a las grandes haciendas esclavistas del ciclo cauchero y postcauchero y el mismo Leguía firmó el titulo de propiedad del fundo de 5 millones 774 mil hectáreas a Julio C. Arana, “El Rey del Caucho”, en ambas márgenes del Putumayo. El fundo de Arana fue la manzana de la discordia del conflicto con Colombia y el origen del Tratado Salomón-Lozano suscrito en 1927 que provocó una dolorosa mutilación territorial a nuestro país.
El presidente Alan García Pérez, que tiene ahora la más baja aprobación que ningún presidente haya tenido en la región, será sin duda recordado como el nuevo Augusto B. Leguía de la Amazonía.
La estratégica cuenca amazónica es realmente la tierra de las aguas. Por su vasto territorio de más de 7 millones de kilómetros cuadrados discurre el río más largo del planeta Tierra: el Amazonas, con 6,780 kilómetros de longitud. “Padre monarca de los ríos”, como lo cantaba Pablo Neruda, con más de 1,100 tributarios y más de 50 mil kilómetros de cursos navegables.
El volumen de las aguas del Amazonas representa el 47 por ciento de la suma de todas las aguas de los ríos del planeta. El volumen hídrico que el Amazonas arroja en un solo día en el Atlántico, el río Támesis lo vierte en un año. Entre el 15 al 20 por ciento del total del agua dulce fluye por el Amazonas, vital para la estabilidad y el equilibrio ecológico planetario.
Sin embargo, este cosmos de agua es ahora una anaconda fluvial herida de muerte. Estudios de hidrólogos y climatólogos- que hemos revisado en Belén do Pará, Brasil, en setiembre del 2006-muestran pruebas irrefutables que las drásticas modificaciones de temperatura del Atlántico y Pacífico tropicales por el cambio climático están provocando la acelerada disminución de las aguas del gran río.
Registros efectuados de las aguas del Amazonas en Obidos en 1999, a 800 kilómetros del delta del Marajó, estimaron un flujo de 267,000 metros cúbicos por segundo. Pero nuevos registros realizados en el año 2003 arrojaron un resultado imprevisto y muy preocupante: el flujo del Amazonas sólo llegaba a 226,000 metros cúbicos por segundo. En ese mismo lapso, además, el volumen de sedimentos depositados en el lecho fluvial y originados por la masiva e irracional deforestación de los bosques amazónicos habían pasado de 800 a mil millones de toneladas
métricas.
En octubre del año 2006, el Amazonas alcanzó en el Perú su nivel más bajo en 35 años. El sistema de navegación fluvial, sobre todo en los afluentes menores, prácticamente quedó paralizado. Más de 40 mil incendios se detectaron en los estados brasileños de Mato Grosso, Rondonia y Maranhao. En el estado del Acre, también en Brasil, no llovió durante cuatro meses y el humo de los incendios cubrió la ciudad de una atmósfera irrespirable, obligando a cerrar el aeropuerto de Río Branco, y los males bronquiales y respiratorios casi hicieron colapsar el sistema hospitalario.
Emergencia ambiental y la crisis del agua en la
Amazonía Peruana
En la Amazonía Peruana, como es de suponer, la situación no es mejor que en resto de la cuenca amazónica. La Amazonía Peruana vive una grave crisis ambiental por una acumulación de causas: la extracción petrolera y gasífera y la minería aurífera, el narcotráfico, la depredación y destrucción forestal, la contaminación por los residuos sólidos y las aguas servidas, el ruido urbano, la falta de una educación ambiental en la población y, lógicamente, la necesidad imperiosa una autoridad autónoma que ejecute una política ambiental en el país como el eje de un modelo de desarrollo humano sostenible. El Consejo Nacional del Ambiente (CONAM) ha dado algunas normas al respecto y el anunciado Ministerio del Medio Ambiente ojalá responda a esta emergencia.
Es posible que el recurso hídrico de la Amazonía Peruana esté en un proceso de contaminación irreversible. Desde 1970 del siglo XX, primero la OXY y luego PLUSPETROL en los Lotes 1AB y 8 arrojaron diariamente más de un millón de barriles de agua de formación a los ríos Tigre y Corrientes. Los impactos de la contaminación de Camisea en el Urubamba y el Ucayali son devastadores sobre la fauna hidrobiológica y la vida de los Machigüenga.
El 73 por ciento del agua residual doméstica e industrial en el Perú no es sometido a ningún tratamiento. En la Amazonía es el 100 por ciento. El 65 por ciento de los residuos sólidos también domésticos e industriales se arrojan en el medio ambiente sin tratamiento. En la Amazonía es el 100 por ciento. El alcalde de Iquitos, Salomón Abensur Díaz, trasladó el botadero de basura ubicado cerca a la ciudad a la zona de amortiguamiento de la Reserva Nacional Alpahuayo-Mishana, estos últimos dos arroyos que desaguan en el río Nanay, que abastece de agua a Iquitos.
Todas las ciudades de la Amazonía enfrentan problemas de oferta y abastecimiento de agua para el consumo humano. Iquitos, paradójicamente, semeja a ciertas horas del día y en los barrios periféricos una ciudad ubicada no en la orilla del mayor río del mundo, el Amazonas, sino en el desierto de Kalahari. Tarapoto padece de stress hídrico porque el río Shilcayo, su fuente de abastecimiento, está secándose por la deforestación y terminará de morir junto con otras fuentes cuando la OXY inicie los trabajos de prospección petrolera en el Lote 103 de 149,870 hectáreas que abarca todo el ámbito del cerro “La Escalera”, donde nace el Shilcayo.
Pasa igual con el agua para la agricultura. La Región San Martín, en la Alta Amazonía, tiene la tasa más alta de deforestación y, en consecuencia, el agua que escasea en el verano ha sido ya la causa de disputas violentas y mortales.
El calentamiento climático y el agua
El calentamiento climático y el agua van a definir el destino humano. Si esta es una verdad en la que muy pocos dudan, ¿por qué en la Amazonía, en el resto del Perú y en el mundo nadie hace nada o hace muy poco para adaptarse, mitigar y si es posible evitar esta previsible catástrofe?
Immanuel Wellerstein, el científico y filósofo neoyorquino piensa que hay tres razones que explican esta actitud diríamos suicida: las multinacionales y en general el sistema económico neoliberal no quiere ningún cambio para seguir manteniendo sus utilidades; las naciones pobres quieren mantener bajos sus costos operativos para no perder una supuesta “competitividad” y los habitantes del planeta, especialmente de los países ricos prisioneros de la orgía consumista (Joseph Stiglitz dixit), son reacios a cambiar su modelo de vida.
Wallerstein pone como ejemplo el uso del tabaco. Hace medio siglo los científicos alertaron sobre el peligro del tabaco para la salud. Pocos creyeron en las advertencias y hubo hasta una tenaz resistencia. Hoy en día, gracias a los juicios a las tabacaleras, a las restricciones a los fumadores y al riesgo de contraer cáncer, la tasa de fumadores ha disminuido considerablemente.
Pero ese cambio ocurrió en 50 años. La amenaza del cambio climático y la escasez de agua no tardará 50 años. La catástrofe está ya tocando a nuestras vidas. “No faltan 5 minutos para la medianoche, son 5 minutos después de la medianoche” ha advertido sombríamente Angela Merkel, la canciller de Alemania. La medianoche del apocalipsis ambiental.
Tijuana, México, 22 de enero del 2008
MÉXICO Y EL TLC: EL ESPEJO EN EL QUE EL PERÚ DEBE MIRARSE
La onda gélida que hace tiritar de frío a varias regiones de este país de más de 100 millones de habitantes, contrasta ásperamente con la hoguera política avivada por la violencia de los cárteles de la droga, las acusaciones del opositor Partido de la Revolución Democrática (PRD) contra el oficialista Partido Acción Nacional ( PAN) de pretender privatizar la petrolera estatal PEMEX, los anuncios del presidente Felipe Calderón de blindar a México de la amenaza de la recesión económica estadounidense y mundial y sobre todo las demandas de revisar el capítulo agrario del TLC México-USA-Canadá।
El capítulo agrario libera total y absolutamente de aranceles a productos fundamentales para la alimentación de millones de mexicanos pobres: el maíz y el frijol, además del azúcar y la leche.
El TLC México-Estados Unidos-Canadá es el espejo en el que el Perú debe mirarse para saber lo que ocurrirá en nuestra economía y particularmente en el agro, convertido gracias a la gestión del presidente García en la última rueda del coche, con la ejecución y puesta en marcha del asimétrico TLC Perú-Estados Unidos.
En un comunicado publicado el 15 de este mes, la propia Iglesia
Católica a través de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), pide la renegociación del capítulo agrario del TLC, señalando la imposibilidad del campesinado mexicano de competir con los altos subsidios de la agricultura estadounidense y cuyo previsible efecto será más pobreza y exclusión en el campo.
“Existe el riesgo real de un mayor empobrecimiento, especialmente en el medio rural e indígena, y de empujar a muchos campesinos más a abandonar el campo y emigrar a ciudades que no están preparadas para recibirlos, o intentar llegar a Estados Unidos, que en este momento tiene un fortísimo e inhumano programa antiinmigrante. Otro punto que no se puede desatender, lo presenta la tentación de los cultivos ilícitos, puerta abierta a la inseguridad y la violencia”, advierte el documento de la Iglesia.
Por supuesto, como ocurre en el Perú, un coro de defensores a ultranza ha elevado la voz y sostiene, entre ellos el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), que “Una de las implicaciones más importantes de una posible renegociación del Tratado es que podríamos estar en riesgo de que esto sentará un precedente para que Estados Unidos y Canadá exigieran cambios relacionados con otros sectores que ocasionarían menores beneficios para México”. El mismo CEESP enarbola la idea de la especialización agraria como la fórmula para sacarle más beneficios al TLC.
Por su lado, el Secretario (Ministro) de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), Alberto Cárdenas, ha asegurado que el TLC no es “el principal problema “ del agro mexicano y ha anunciado que recurrirá a las salvaguardas que otorga el propio acuerdo para aminorar las desventajas comerciales, además de más inversión e incrementos en la productividad.
La realidad y las cifras hablan con más elocuencia
Pero la realidad y las cifras hablan con más elocuencia y objetividad que los argumentos de los funcionarios gubernamentales y de las grandes empresas importadoras de alimentos que son los que se llevan la parte del león del TLC.
Un estudio efectuado por la Red Internacional de Migración y Desarrollo a cargo de Raúl Delgado Wise ha llegado a la conclusión que con el TLC firmado en 1994, México es ahora el mayor expulsor de migrantes en el mundo, por encima de China e India. Cada año, un promedio de 560 mil mexicanos intentan llegar a Estados Unidos, a costa de su propia vida. El mismo estudio sostiene que se está produciendo un grave despoblamiento en el 30 por ciento de los municipios mexicanos que, entre otros impactos, significa el desmantelamiento del aparato productivo y, por tanto, la pérdida de la soberanía alimentaria.
El TLC con Estados Unidos ha convertido a México en un neto importador de alimentos. Un informe de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados establece que el país ahora importa el 98 por ciento de soya, el 80 por ciento de arroz, el 50 por ciento de trigo y el 25 por ciento del maíz del que dependen para vivir 18 millones de mexicanos. El mismo informe señala que con la liberación arancelaria del maíz y otros alimentos México ha regalado a las multinacionales importadoras (Cargill, Gruma, Minsa) 2, 140 mil millones de dólares.
El fin del campo mexicano
“La apertura ha significado el fin del campo mexicano” ha sentenciado el diario “La Jornada” en un reciente editorial. Sin embargo, en una especie de arrepentimiento tardío, el presidente Felipe Calderón, ante el sombrío panorama de la recesión de su socio estadounidense, en una declaración formulada el 23 de este mes, ha expresado: “ Buscaremos las oportunidades de crecimiento en nosotros mismos, en nuestro mercado interno, en la fortaleza del aparato productivo, en la competitividad”.
Igual que México, el Perú de Alan García ha puesto todos los huevos en la canasta del TLC con Estados Unidos. Ya sabemos lo que esa decisión ha significado para México: destrucción del aparato productivo agrario, entrega del mercado interno a las multinacionales, más pobreza , inseguridad, corrupción y violencia.
Alan García con su TLC está sembrando vientos y seguramente cosechará tempestades de resistencia social y política. Porque a él no le se conoce ninguna vocación de arrepentimiento ni rectificación. Su soberbia está por encima de la verdad y la razón.
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