Son las 7: 30 de la mañana y la escuela primaria del pueblo joven “Las Malvinas” tiene sus días contados, pues, esta a punto de cerrarse por falta de infraestructura. Pero, como eso todavía no se ha decidido, todos los días empieza a funcionar muy temprano, los niños van llegando alborotados y felices. Aunque no todos llegan igual, algunos vienen muy tristes, con los ojos enrojecidos por el llanto, es que sus padres por algún motivo tuvieron una discusión y se pelearon. Pero, eso no acaba con la alegría de la escuela, ella persiste a pesar de sus miserias en servir a los niños... no importa si partes de las paredes se desprendan a pedazos, tampoco importa lo despintado y derruido que sea su aspecto, la escuela sonríe e intenta ser feliz.
Alguien deja escuchar el sonido de una vieja campana, el ruido que esta produce, es tan agudo, que hacen vibrar la frágil estructura de la escuela. Aunque esto es tan solo el anuncio de un ruido mucho más ensordecedor, los niños gritan, como si el sonido de la campana fuese un punto de excitación. Hoy es lunes y los niños deben formar obligatoriamente para recibir las pautas disciplinarias de toda la semana, luego, pasan a las aulas y desarrollan sus clases hasta el mediodía.
Esta mañana, la profesora le dijo a Jacinto, quien es uno de los tantos niños que estudian en la escuela, que entre sus papeles, no encontró su partida de nacimiento y le advirtió que lo podrían retirar, si sus padres, no lo hicieran presente। Jacinto tiene 6 años, el pelo lacio, la piel morena, los ojos grandes... y sobre todo..., es muy inquieto... habla hasta por los codos... Él acude a la escuela con su uniforme gastado y sus cuadernos deshojados। Muchos de sus compañeros se ríen de lo viejo y arrugado que tiene sus cuadernos y le dicen.
- Jacinto, ¿porque no le dices a tu papá que ya no tienes cuadernos y te compre otros? - No tiene plata... me ha dicho que escriba aquí no mas...
Una ráfaga de viento, obligo a Jacinto a sostener mas fuerte su arrugado cuaderno, se acercaba una lluvia y debían colocarse hacia el lado derecho de la pared para no mojarse. Sucedió que una tarde, el viento fuerte se había llevado una parte del techo de la escuela. Como estaban en plena campaña política, un candidato que había pasado por allí, prometió mandarla a reparar si ganaba las elecciones. Por esa razón, la escuela estaba llena de símbolos políticos que se confundían con los inocentes dibujos de los niños.
Esta es una escuela totalmente descuidada, sin puertas de entrada, pues, se lo han robado todo. Si algún alumno o profesor tiene alguna necesidad fisiológica, va hacia los gramalotes; y ocultándose entre las largas y tupidas hojas, satisfacen su inmediata necesidad. Lo cual después de todo, no es tan malo, porque, estas después de cierto tiempo al sol, sirven como abono para las plantas y estas, crecen fuertes y hermosas con tan curiosa ayuda.
Al llegar el medio día y una vez que él ultimo niño se despide, la escuela pierde su alegría y se transforma en un fantasma local. Aquel día, cuando Jacinto regreso a su casa, lo primero que hizo fue comunicarle a su madre de la advertencia de la profesora. La mamá de jacinto, escucho atenta y le aseguro al niño que hablaría con su padre esa misma tarde. Cuando ya casi estaba anocheciendo, el padre de Jacinto regresó, pero, estaba tan borracho que apenas podía sostenerse en pie. Trastabillando llego hasta la cocina, acomodándose como podía en una de las sillas, pidió algo de comer, luego puso sus brazos encima de la mesa y se quedo dormido. La madre de Jacinto, le dijo entonces al niño que seria mejor esperar al día siguiente y que ella se encargaría de contarle a su padre del dichoso problema en la escuela. Al siguiente día, muy temprano, Jacinto alimentaba los chanchos, era su obligación y disfrutaba de hacerlo. En ese momento se le acerco su padre y le dijo.
- En algo se parecen ustedes, ninguno tiene documentos que acrediten que son míos... y eso es un problema... ahorita mismo voy a ir donde un abogado para saber que hacer con estos animales... Porque tu tío me los quiere quitar, ¡Carajo...! Y quien le pidió que trajera sus animales tan chiquitos para mi casa! Y... claro, ahora que los ve grandes y gordos se los quiere llevar. Tu tío esta loco si cree eso... yo no se lo voy a permitir. Así es que primero tengo que arreglar ese problema...
- Papa, ¿y yo? ¿Mis documentos...? La profesora me ha dicho que si no presentamos esos papeles no podré seguir en la escuela. - Tu todavía puedes esperar... las clases recién empiezan. Tu tío no te quiere a ti, quiere a los chanchos, y para mí, eso es más importante ahora... ¡Qué la escuela espere...!
Luego de decir esto, el padre de Jacinto se fue para buscar una manera legal de quedarse con los chanchos. Jacinto se quedo junto a la mesa con lágrimas en los ojos. Al llegar la tarde su padre regreso, traía consigo una gran preocupación, pues, no había hallado la manera de acreditar que esos animales le pertenecían. Nadie se atrevió a acercársele, ni Jacinto, ni su madre. El hombre estaba visiblemente enojado.
Por las tardes, el viento agita los techos desclavados de la escuela, el calor y la soledad del lugar hacen que una especie de sensación triste y agobiante se apodere de su atmósfera. Es que pierde el aliento de vida que le contagian los niños.
Sábados y domingos, la escuela es un edificio agonizante y hasta él mas duro de los visitantes se conmovería al verla. Pero; aquella tarde de la última semana de abril, seria especial. Jacinto vino solo y se metió a su aula, entonces empezó a conversar con las paredes de la escuela. Muy triste, confesaba que no tener su partida de nacimiento le parecía mal y que además, sentiría mucha vergüenza, de contarle a la profesora que su papá le daba prioridad a sus chanchos antes que a él.
- Yo no sabia que era importante la partida de nacimiento, la profesora me dijo que todos, tanto niños como adultos, tenemos nuestra partida de nacimiento. Yo creía que todas las mamitas, sacaban a sus hijitos de sus barrigas, con un papelito en donde esta el nombre que diosito escogía...Pero la profesora me ha dicho que probablemente mis papis se olvidaron de inscribirme en la municipalidad.
Paso ese fin de semana y Jacinto no volvió a la escuela, la profesora y los compañeros de clase empezaron a echarlo de menos, les hacia mucha falta su inocencia y espontaneidad. Al llegar el lunes de la semana siguiente, la profesora espero con ansiedad y Jacinto nunca llego. Entonces decidió preguntar por él, envió una comisión voluntaria de alumnos para ir a la casa del niño y saber que le había sucedido. Luego de media hora, los niños de la comisión regresaron, entonces le dijeron a la maestra, que Jacinto ya no estudiaría, que ahora se encontraba trabajando porque su padre había vendido los chanchos antes de que su hermano reclame por ellos, que, con el dinero que obtuvo de la venta se había ido de la casa, dejando a Jacinto y a su madre en una situación muy difícil. Por ese motivo, ahora Jacinto se dedicaba a vender “curichis” que hacia una vecina, en tanto que su madre lavaba ropas para ganarse el pan, con el cual poder subsistir. La profesora agradeció a los niños de la comisión la información y prometió ir a la casa de Jacinto.
Llego el fin de semana y era para la maestra, el mas triste fin de semana, se le hacia difícil ubicar al niño en ese problema. Jacinto, entretanto, aprovechaba los fines de semana para visitar la escuela, aprovechando sus andanzas vendiendo “curichis”, miraba alrededor en silencio y luego hablaba. Decía que extrañaba la escuela, que lo echaba mucho de menos…
- Ahora pues me dedico a trabajar para ayudar a mi mama. El otro día fui con ella a la municipalidad para registrarme, el señor que atendía nos dijo que no podíamos hacerlo, que tenia que ir mi papá. Mi mama insistió, le dijo al señor que era imposible que mi papá se presentara, que me dejara registrar así no más...
Al parecer los esfuerzos de su madre por convencer al tipo fueron vanos. Este no les hizo caso haciéndose el distraído y pues ni modo, tuvieron que regresar a casa, sin el bendito papel. Jacinto continuaba:
- Mi mama no se quiere dar por vencida, ayer volvimos al municipio y esta vez, mi mama le contó al señor, de la oficina de registros, que mi papa nos había abandonado; pero éste no quería saber nada, se empecinaba en decir que aunque así fuera, él debía estar presente y si ahora, él sé había “dado a la fuga”, entonces debíamos denunciarlo y hacerle un juicio. Mi mama lloro, diciéndole que nosotros no teníamos plata para hacer eso y que no sabia como hacerlo, que lo único que queríamos era el papel para que yo pueda seguir estudiando... Pero el hombre le contesto, que ese no era su problema y que lo sentía mucho...
Jacinto se preguntaba:
- Será posible que yo pueda estudiar sin la partida de nacimiento. Mi mama me dijo que ella lo arreglaría todo...y yo le creo a mi mama...
Hizo una breve pausa y se volvió a preguntar:
- ¿Que será darse a la fuga...?
Así pasaron dos meses y el problema continuaba. Jacinto iba siempre a la escuela y le contaba todo a las paredes. Un día, les contó que ya entendía, lo que quería decir “darse a la fuga”, que su mama se lo había explicado y que se había puesto muy triste por eso.
Hasta que un día, Jacinto llego corriendo a la escuela, muy emocionado, entró al aula que siempre visitaba y le contó a las paredes que ya tenía sus documentos, que regresaría a estudiar. Todo había sido posible gracias a la intervención de la profesora, quien no tardo en llegar a la escuela, junto con la madre de jacinto. Venían con el documento para hacer el respectivo registro, aunque era fin de semana, la maestra quería que el niño pudiese volver ese mismo lunes. La maestra en el camino había comprado una gaseosa y unas galletas, para celebrar con el niño y su madre, el gran triunfo. Fue entonces, que la profesora pregunto a la madre del niño, si sabia algo de su marido. La mujer respondió con un tono de rencor y resignación.
- Por ahí debe andar señorita..., alimentando otros chanchos como él. La profesora miro a Jacinto y también le pregunto.
- ¿Quieres mucho a tu padre verdad Jacinto? ¿Te gustaban esos animales?
- Si profesora, hasta envidio esos chanchitos porque mi papa los prefirió a ellos… Luego de decir esto, Jacinto volvió su mirada hacia donde estaba su madre y le guiño el ojo en señal de complicidad. En ese momento, la madre de Jacinto rompió a llorar y el niño haciéndole cosquillas le pidió.
- No llores mamita...yo no me voy a ir de tu lado...Yo nunca me voy a dar a la fuga...
FIN
* "Curichis" helados tipicos de Iquitos, hechos de fruta y agua.
Alguien deja escuchar el sonido de una vieja campana, el ruido que esta produce, es tan agudo, que hacen vibrar la frágil estructura de la escuela. Aunque esto es tan solo el anuncio de un ruido mucho más ensordecedor, los niños gritan, como si el sonido de la campana fuese un punto de excitación. Hoy es lunes y los niños deben formar obligatoriamente para recibir las pautas disciplinarias de toda la semana, luego, pasan a las aulas y desarrollan sus clases hasta el mediodía.
Esta mañana, la profesora le dijo a Jacinto, quien es uno de los tantos niños que estudian en la escuela, que entre sus papeles, no encontró su partida de nacimiento y le advirtió que lo podrían retirar, si sus padres, no lo hicieran presente। Jacinto tiene 6 años, el pelo lacio, la piel morena, los ojos grandes... y sobre todo..., es muy inquieto... habla hasta por los codos... Él acude a la escuela con su uniforme gastado y sus cuadernos deshojados। Muchos de sus compañeros se ríen de lo viejo y arrugado que tiene sus cuadernos y le dicen.
- Jacinto, ¿porque no le dices a tu papá que ya no tienes cuadernos y te compre otros? - No tiene plata... me ha dicho que escriba aquí no mas...
Una ráfaga de viento, obligo a Jacinto a sostener mas fuerte su arrugado cuaderno, se acercaba una lluvia y debían colocarse hacia el lado derecho de la pared para no mojarse. Sucedió que una tarde, el viento fuerte se había llevado una parte del techo de la escuela. Como estaban en plena campaña política, un candidato que había pasado por allí, prometió mandarla a reparar si ganaba las elecciones. Por esa razón, la escuela estaba llena de símbolos políticos que se confundían con los inocentes dibujos de los niños.
Esta es una escuela totalmente descuidada, sin puertas de entrada, pues, se lo han robado todo. Si algún alumno o profesor tiene alguna necesidad fisiológica, va hacia los gramalotes; y ocultándose entre las largas y tupidas hojas, satisfacen su inmediata necesidad. Lo cual después de todo, no es tan malo, porque, estas después de cierto tiempo al sol, sirven como abono para las plantas y estas, crecen fuertes y hermosas con tan curiosa ayuda.
Al llegar el medio día y una vez que él ultimo niño se despide, la escuela pierde su alegría y se transforma en un fantasma local. Aquel día, cuando Jacinto regreso a su casa, lo primero que hizo fue comunicarle a su madre de la advertencia de la profesora. La mamá de jacinto, escucho atenta y le aseguro al niño que hablaría con su padre esa misma tarde. Cuando ya casi estaba anocheciendo, el padre de Jacinto regresó, pero, estaba tan borracho que apenas podía sostenerse en pie. Trastabillando llego hasta la cocina, acomodándose como podía en una de las sillas, pidió algo de comer, luego puso sus brazos encima de la mesa y se quedo dormido. La madre de Jacinto, le dijo entonces al niño que seria mejor esperar al día siguiente y que ella se encargaría de contarle a su padre del dichoso problema en la escuela. Al siguiente día, muy temprano, Jacinto alimentaba los chanchos, era su obligación y disfrutaba de hacerlo. En ese momento se le acerco su padre y le dijo.
- En algo se parecen ustedes, ninguno tiene documentos que acrediten que son míos... y eso es un problema... ahorita mismo voy a ir donde un abogado para saber que hacer con estos animales... Porque tu tío me los quiere quitar, ¡Carajo...! Y quien le pidió que trajera sus animales tan chiquitos para mi casa! Y... claro, ahora que los ve grandes y gordos se los quiere llevar. Tu tío esta loco si cree eso... yo no se lo voy a permitir. Así es que primero tengo que arreglar ese problema...
- Papa, ¿y yo? ¿Mis documentos...? La profesora me ha dicho que si no presentamos esos papeles no podré seguir en la escuela. - Tu todavía puedes esperar... las clases recién empiezan. Tu tío no te quiere a ti, quiere a los chanchos, y para mí, eso es más importante ahora... ¡Qué la escuela espere...!
Luego de decir esto, el padre de Jacinto se fue para buscar una manera legal de quedarse con los chanchos. Jacinto se quedo junto a la mesa con lágrimas en los ojos. Al llegar la tarde su padre regreso, traía consigo una gran preocupación, pues, no había hallado la manera de acreditar que esos animales le pertenecían. Nadie se atrevió a acercársele, ni Jacinto, ni su madre. El hombre estaba visiblemente enojado.
Por las tardes, el viento agita los techos desclavados de la escuela, el calor y la soledad del lugar hacen que una especie de sensación triste y agobiante se apodere de su atmósfera. Es que pierde el aliento de vida que le contagian los niños.
Sábados y domingos, la escuela es un edificio agonizante y hasta él mas duro de los visitantes se conmovería al verla. Pero; aquella tarde de la última semana de abril, seria especial. Jacinto vino solo y se metió a su aula, entonces empezó a conversar con las paredes de la escuela. Muy triste, confesaba que no tener su partida de nacimiento le parecía mal y que además, sentiría mucha vergüenza, de contarle a la profesora que su papá le daba prioridad a sus chanchos antes que a él.
- Yo no sabia que era importante la partida de nacimiento, la profesora me dijo que todos, tanto niños como adultos, tenemos nuestra partida de nacimiento. Yo creía que todas las mamitas, sacaban a sus hijitos de sus barrigas, con un papelito en donde esta el nombre que diosito escogía...Pero la profesora me ha dicho que probablemente mis papis se olvidaron de inscribirme en la municipalidad.
Paso ese fin de semana y Jacinto no volvió a la escuela, la profesora y los compañeros de clase empezaron a echarlo de menos, les hacia mucha falta su inocencia y espontaneidad. Al llegar el lunes de la semana siguiente, la profesora espero con ansiedad y Jacinto nunca llego. Entonces decidió preguntar por él, envió una comisión voluntaria de alumnos para ir a la casa del niño y saber que le había sucedido. Luego de media hora, los niños de la comisión regresaron, entonces le dijeron a la maestra, que Jacinto ya no estudiaría, que ahora se encontraba trabajando porque su padre había vendido los chanchos antes de que su hermano reclame por ellos, que, con el dinero que obtuvo de la venta se había ido de la casa, dejando a Jacinto y a su madre en una situación muy difícil. Por ese motivo, ahora Jacinto se dedicaba a vender “curichis” que hacia una vecina, en tanto que su madre lavaba ropas para ganarse el pan, con el cual poder subsistir. La profesora agradeció a los niños de la comisión la información y prometió ir a la casa de Jacinto.
Llego el fin de semana y era para la maestra, el mas triste fin de semana, se le hacia difícil ubicar al niño en ese problema. Jacinto, entretanto, aprovechaba los fines de semana para visitar la escuela, aprovechando sus andanzas vendiendo “curichis”, miraba alrededor en silencio y luego hablaba. Decía que extrañaba la escuela, que lo echaba mucho de menos…
- Ahora pues me dedico a trabajar para ayudar a mi mama. El otro día fui con ella a la municipalidad para registrarme, el señor que atendía nos dijo que no podíamos hacerlo, que tenia que ir mi papá. Mi mama insistió, le dijo al señor que era imposible que mi papá se presentara, que me dejara registrar así no más...
Al parecer los esfuerzos de su madre por convencer al tipo fueron vanos. Este no les hizo caso haciéndose el distraído y pues ni modo, tuvieron que regresar a casa, sin el bendito papel. Jacinto continuaba:
- Mi mama no se quiere dar por vencida, ayer volvimos al municipio y esta vez, mi mama le contó al señor, de la oficina de registros, que mi papa nos había abandonado; pero éste no quería saber nada, se empecinaba en decir que aunque así fuera, él debía estar presente y si ahora, él sé había “dado a la fuga”, entonces debíamos denunciarlo y hacerle un juicio. Mi mama lloro, diciéndole que nosotros no teníamos plata para hacer eso y que no sabia como hacerlo, que lo único que queríamos era el papel para que yo pueda seguir estudiando... Pero el hombre le contesto, que ese no era su problema y que lo sentía mucho...
Jacinto se preguntaba:
- Será posible que yo pueda estudiar sin la partida de nacimiento. Mi mama me dijo que ella lo arreglaría todo...y yo le creo a mi mama...
Hizo una breve pausa y se volvió a preguntar:
- ¿Que será darse a la fuga...?
Así pasaron dos meses y el problema continuaba. Jacinto iba siempre a la escuela y le contaba todo a las paredes. Un día, les contó que ya entendía, lo que quería decir “darse a la fuga”, que su mama se lo había explicado y que se había puesto muy triste por eso.
Hasta que un día, Jacinto llego corriendo a la escuela, muy emocionado, entró al aula que siempre visitaba y le contó a las paredes que ya tenía sus documentos, que regresaría a estudiar. Todo había sido posible gracias a la intervención de la profesora, quien no tardo en llegar a la escuela, junto con la madre de jacinto. Venían con el documento para hacer el respectivo registro, aunque era fin de semana, la maestra quería que el niño pudiese volver ese mismo lunes. La maestra en el camino había comprado una gaseosa y unas galletas, para celebrar con el niño y su madre, el gran triunfo. Fue entonces, que la profesora pregunto a la madre del niño, si sabia algo de su marido. La mujer respondió con un tono de rencor y resignación.
- Por ahí debe andar señorita..., alimentando otros chanchos como él. La profesora miro a Jacinto y también le pregunto.
- ¿Quieres mucho a tu padre verdad Jacinto? ¿Te gustaban esos animales?
- Si profesora, hasta envidio esos chanchitos porque mi papa los prefirió a ellos… Luego de decir esto, Jacinto volvió su mirada hacia donde estaba su madre y le guiño el ojo en señal de complicidad. En ese momento, la madre de Jacinto rompió a llorar y el niño haciéndole cosquillas le pidió.
- No llores mamita...yo no me voy a ir de tu lado...Yo nunca me voy a dar a la fuga...
FIN
* "Curichis" helados tipicos de Iquitos, hechos de fruta y agua.
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