miércoles, 16 de mayo de 2012

VOLVIENDO DEL “PUEBLO SIN TIEMPO”

         A inicios de este año, planeamos con mi esposa e hijos, visitar a mis padres; lo cual significaba un viaje largo y lleno de sentimientos contradictorios. Por un lado, la avanzada enfermedad de mi padre, quien sufre de Alzheimer y que ha llegado a los límites en donde la realidad y el delirio se mezclan, lo que supone un desgaste físico y mental que tiene que llevar mi madre como una cruz sobre su espalda. Cruz que se hace cada día más pesada y todo aquel que haya tenido en su familia a alguien con esta enfermedad, sabrá que aún falta lo peor. Una lástima por mi querida “viejita” y una pena por el “viejo”. Aunque muchas veces, hasta en los más momentos más difíciles, es posible rescatar cosas positivas como por ejemplo, el exacerbado amor que mi padre siente hacia mi madre, luego, de más de 50 años de matrimonio. Fue súper lindo ver a mi padre enamorado de mi madre, con celos de todo aquel que se le acerque, cantándole canciones y susurrándole secretos al oído como un “viejo” adolescente, fue algo simplemente hermoso.


Por otro lado, resulto increíble volver a vivir parte del pasado de mi padre, de cuando hizo su servicio militar, disfrute de volver a escuchar sus historias de Gueppi, el conflicto fronterizo entre Perú y Colombia hace ya varias décadas. Producto de su enfermedad, mi padre mantiene presente estos recuerdos más fuertes que otros y me resulto agradable recorrer nuevamente su mundo personal de fantasmas y extraños acontecimientos.

Por otro lado, en lo personal, suponía visitar a los buenos amigos e intentar presentar mi último libro, ya sea en algún local de lima capital o de Iquitos, mi tierra. Finalmente, conseguí hablar de mi último trabajo en ambas ciudades y contar mis historias.


Lucho Sisley, un buen escultor de Iquitos, pero, con una manifiesta esquizofrenia, decía de los golpes de calor en la ciudad: “con el calor, el espíritu de una mujer arrecha se apodera de mi”. Entiéndase que “arrecho” en este caso, sería para mí, la sensación de plenitud de energía. Ese calor que se mete por entre tu piel y provoca estados de euforia anímica. Tres años habían pasado desde mi última visita y necesitaba algo así. Lo triste, es haber encontrado la ciudad convertido en un verdadero caos, con todas las avenidas y calles abiertas, por la, dizque, renovación del sistema de agua y desagüe. Lo que hace casi imposible transitar a pie o en motocarro y que toda la ciudad se llene de polvo como si fuera una zona de guerra. Resulta curioso que la gente en las calles culpe de esta situación a los “chinos”, pero, yo no vi ningún chino ni siquiera dentro de los chifas. En mi opinión, los culpables de ese caos y desorden, solo pueden ser responsabilidad de las autoridades y nunca de las empresas. Nadie con conciencia puede permitir al gasfitero venir a su casa para arreglar la cañería y dejar que lo vuelva todo un caos.

Otra situación delicada son las inundaciones, que tienen rodeada la ciudad y cuyo peligro inminente, es la epidemia gigantesca que se puede producir cuando las aguas vayan bajando. Recuerdo que hace unos veinte años atrás, hubo una gran creciente, no sé, si menos o más que esta, pero en aquel entonces, Iquitos no tenía ese nivel de crecimiento urbano que tiene ahora, no se comprende que se haya permitido construir casas en aquellas áreas que se sabían inundables. Esto hace más evidente y fatal a esta nueva crecida de los ríos.


También fue bueno visitar a los amigos de “La Restinga”, disfrutar de su entusiasmo y de la buena onda, fue chévere ir a Belén y poder conversar con los niños que forman parte de sus proyectos, fue una tarde para recordar y me sentí halagado de saber que esos pequeños, ya conocen mis historias y no dudaron en hacer sus pedidos para contarles sus favoritas. También me encanto la complicidad con los niños que se atrevieron a compartir sus anécdotas en la selva y sus encuentros con nuestros personajes de leyenda.


Fue bueno estar presente en la noche del primero de Mayo, en la velada que realizaron para celebrar “El día del Niño trabajador”, danzar con ellos y compartir un par de historias con su gente. Pero fue preocupante saber que corren el peligro de perder el local donde trabajan, también, me inquieto saber que los proyectos están en una etapa difícil. Tocará que ellos puedan sacar todas las energías positivas para lograr salir de esa situación, seguro que lograran hacerle frente con la creatividad que les caracteriza. Son casi quince años de labor que no puede desaparecer de la noche a la mañana.


Gracias también a los amigos de “La Restinga”, quienes me convencieron de hacer una presentación en el Ikaro Art Bar, un excelente bar que es propiedad del amigo Javier Freyre. Con un local muy bien ubicado, a una cuadra de la Plaza de Armas y con un ambiente pleno de arte. Fue una noche estupenda, con amigos entre un público entregado y que lleno el lugar de principio a fin. Fueron casi dos horas de compartir historias y anécdotas, una experiencia que se me ha quedado grabado en lo profundo de mi corazoncito.


LIMA “Yo soy la nube gris”

En la capital y con el apoyo del amigo Ukumari, realizamos una breve presentación del libro “El corazón enamorado del Baobab”. Aunque fue una noche simpática, con un público familiar y animado, me quede con la impresión de que infelizmente, van pasando los años y se me hace cada vez más difícil, lograr atraer público a mis actividades en la capital. Imagino que la distancia no ayuda y probablemente, aun debo trabajar más para conseguirlo.


Un día un jinete muy famoso estaba arreglando su casa. Éste estaba haciendo un hoyo para hacer una cisterna, ya cuando el hoyo estaba terminado entró a su casa en busca de agua. En ese momento su mejor caballo se escapó de su corral y en el trayecto cae en el hoyo. Éste comenzó a hacer ruido para ver si alguien aparecía y lo sacaba. Luego de varios minutos el jinete lo escuchó y trató de ayudarlo pero no podía sacar su mejor caballo de aquel hoyo. El sol calentaba con más fuerza y pasaban las horas y el caballo seguía en el hoyo. El jinete intentó de muchas formas sacar su caballo pero al ver que no podía con tristeza en su corazón decidió enterrarlo. Una decisión muy difícil pero el hombre fue y tomó una pala y comenzó a tirarle tierra a su caballo, estuvo así por varios minutos y de momento se dio cuenta que cada vez que él le tiraba tierra al caballo éste se sacudía y la aplastaba. El hombre siguió echándole tierra al caballo mientras las lágrimas bajaban por su rostro y la tristeza inundaba su corazón, pero el caballo seguía sacudiéndose y aplastando la tierra. Luego de varias horas el hombre pensando que había enterrado a su caballo, lo mira con tristeza pero se quedo sorprendido al verlo fuera del hoyo, sano y salvo.

Así como este caballo, es mejor sacudirnos y aplastar todo aquello que quiera hundirnos.